BOOM DE PELÍCULAS MUSICALES

domingo, 26 de junio de 2016



¿Cómo andan, pequeños demonios?

La jefa (dicho más apropiadamente; Natu, la editor en jefa del blog, y encargada de darnos de latigazos a los colaboradores) anda a mil por hora en las últimas semanas, entre trabajo, facultad y demás. Por lo que hoy decidí tomar un poquito la posta yo, y hacer un Boom de Películas que hace rato tenía ganas de probar. Se trata de MI especialidad (lo que no significa que sea bueno en ello, sino que me hago el sabelotodo un poco más de lo normal): la música.

Para serles sincero, me resultó un tanto más complejo de lo que pensaba, ya que soy de escuchar mucha música y consumir todo lo que la rodea (películas, documentales, libros, revistas, etc.). Así que tenía mil ideas en la cabeza, para reseñar, pero decidí ir al hueso, y traer tres películas totalmente distintas entre sí, para que ustedes puedan opinar al respecto, si es que ya las vieron, o simplemente dejar un comentario acerca de su experiencia con la música y el cine en la vida cotidiana. 

NOWHERE BOY (MI NOMBRE ES JOHN LENNON / 2009)

Admito recién haberla visto por primera vez la semana pasada, pese a ser un film con varios años encima. El querido Netflix me la sugirió entre las más vistas, y no pude negarme. ¿Mi primera impresión tras terminar de verla? Realmente aburrida. Y les voy a contar por qué. La película fue vendida en todos los medios como: “La historia de John Lennon en su infancia, adolescencia y formación de los Beatles”. Y ya empezamos mal. Si nos mienten desde el marketing, ya es difícil confiar en el producto final. La película solo se centra en el bueno de John a la módica edad de 16 años. Ni antes (aunque hay unos flashbacks muy flojos), ni mucho menos después. La palabra “Beatle” ni aparece en la película. 

¿La trama? El director (Sam Taylor Johnson) tomó como eje esas escasas semanas en que Lennon conoció a su madre, y vivió con ella una historia de amor y odio que (como todos saben) no terminó de la mejor manera. Algunas pinceladas desde lo obligadamente musical. Y paren de contar. Aaron Johnson (quien se hizo popular por su protagónico en “Kick Ass”) tiende a remarcar mucho los estados de ánimo en el papel. Cuando John tiene que ser un mini Elvis, reventado y anárquico, la cosa sale genial. Pero cuando le toca mostrarse sufrido o desgarrado, está tan mal interpretado, que casi dan ganas de kickearle el ass (cuack). 

Mérito aparte para Anne Marie Duff. La inglesa se pone en la piel de la “poco normal” madre del futuro beatle, en una labor que salva las papas del fuego, a duras penas.

Realmente me defraudó muchísimo la película. Creo que usar en el título del film, nombre y apellido de quien haya sido quizá uno de los cinco músicos más influyentes de la historia, solo para editar esta historia tan escuetamente contada, es casi una falta de respeto.




TENACIOUS D IN THE PICK OF DESTINY (TENACIOUS D: LA PÚA DEL DESTINO / 2006)

Podría resumir esta película diciendo que “Tenacius D” es la versión de “Escuela De Rock” que Jack Black hizo para chicos, pero esta vez para grandes. ¿Dónde falla todo entonces? Que el humor estadounidense es cada vez más estúpido. En el buen sentido lo digo (?). Desde que films como “Scary Movie”, “Epic Movie”, “Date Movie” (creo que entienden el concepto) pusieron de moda esa forma tan babosa de hacer comedia, que todos la absorbieron. Y allí recae el mayor error de la película de Black y Kyle Gass. Recontra llena de clichés, de chistes hiper gastados. Todo se vuelve muy precedible. Y lo peor, los chistes suenan a tomada de pelo de la audiencia.


Para enmarcar un poco la historia, el argumento se aferra a un guión inventado, sobre dos hechos 100% reales. Lo inventado es cómo se conocieron Black y Gass. Lo real es que ambos dos sí son músicos de rock y ya poseían a la banda Tenacius D antes de filmar la cinta. Todo lo demás, es casi un homenaje/robo a “School of Rock”. Menciones a grandes bandas. Tributos a reconocidos músicos. Zapadas. Escenarios. Gritos agudos y metaleros. Y “momentos adultos”. Drogas alucinógenas, roces sexuales, y todo lo que se puedan imaginar. Por suerte, en el inicio de la película se hace un elipsis temporal donde se relata la infancia de Black, que lo tiene al fallecido Ronnie James Dio apareciendo como sorpresa, y en la recta final brota un dios del rock actual, que le sube dos puntos más a la peli.
¿Moraleja? Jack, las segundas partes, aunque con otro nombre, nunca son buenas. Para verla una vez, un sábado a la noche, con tres cervezas al lado. No más que eso.




PINK FLOYD - THE WALL (PINK FLOYD - EL MURO / 1982)

Y este es el momento que me da que pensar que ese dicho que reza que todo tiempo pasado fue mejor, tiene mucho peso en el cual respaldarse.

Corría el año 1979 cuando a los loquitos de David Gilmour y Roger Waters se les ocurre parir lo que sería una de las piedras angulares del rock de todos los tiempos. Pero la cosa no quedaría ahí. No conformes con ser los padres de esa obra conceptual tan aclamada por la prensa y los fanáticos, tres años después, Waters decide armar un guión y llevar su historia a la pantalla grande.

Durante los 95 minutos de duración conoceremos la historia de Pink (Bob Geldof), una estrella de rock que sufre mil traumas, producto de los golpes que le dio la vida en su infancia. La muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial, el régimen dictatorial en la escuela, la sobreprotección de su madre y el abuso de las drogas lo van encerrando en lo que él considera un muro metafórico.

Totalmente musicalizada por las canciones del disco, el director Alan Parker se encarga de llevar adelante una ópera prima del rock, y lo que es más destacable aún, concibe lo que probablemente sea la mejor película de música de toda la historia. Hasta hay tiempo de incluir quince minutos animados en medio del film, para retratar una pesadilla del protagonista. Oscuridad, luz, soledad, sobreexposición, paz, opresión. El celuloide hecho arte, combinando actuación y música, como nunca antes visto.

No esperen ver un guión hollywoodense. Se trata de una cinta lisérgica. Una historia volátil. Hay que estar dispuestos a sentarse y saberse fuertes como para recibir todos los golpes que nos tiene preparados. Pasaron 35 años desde que el muro fue levantado. Y aún nadie pudo siquiera saltarlo.






El Terco