¿Alguna vez les ha pasado que desde la primera página que empezaron
a leer de un libro, hasta la última, sintieron que ese libro se lo tenían que
regalar a una persona? Eso me pasó hace unos días con Eleanor&Park, libro que me había auto-regalado para mi
cumpleaños y que decidí empezar a leer un sábado a la madrugada, luego de ver
este video de El
coleccionista de mundos. Fueron 12 hs en que lo único que me interrumpió
fue el ir a dormir y el acompañar a mi señora madre y a mi señora abuela al
supermercado. Luego, me lo leí con una velocidad increíble. Y no necesariamente
para seguir agilizando mi lectura, sino por esa necesidad de saber toda la
historia enseguida, mucho más rápido que hacer panchos. La historia me cautivó,
me enamoró, me hizo ponerme triste, querer llorar, gritar, reír y sonreír. Sobre
todo me llenó de esas sonrisas que te quedan estampadas en el alma, que solo un
buen libro te deja. Decidí regalarlo con
la intención de que la otra persona lo empezara enseguida… Y dicha persona me
propuso (ganándome de antemano) hacer
una reseña para el blog. ¿Y por qué no? Pensé.
Me gusta la dinámica de que no quede en este espacio solo cosas mías,
sino también de aquellos que comparten muchos gustos conmigo. Por eso mismo, a
continuación les dejo la reseña de Eleanor&Park,
hecha por Alejandro “Terco” Nuñez, o
como a mí me gusta decirle: Nuneeeeeeeeeeeeeeeeeeeez.
Hace unos días releí una muy
sabia frase que decía: “Piensa como
adulto. Vive como joven. Aconseja como anciano. Y nunca dejes de soñar como un
niño”. Y así voy a comenzar a hablarles de Eleanor&Park, libro publicado en el año 2013, por la editorial
Alfaguara. De un tiempo para acá, los auto nombrados como “especialistas en el
tema” han abierto otra brecha entre los géneros literarios, para nombrarla “literatura juvenil”. Digamos que buscan
encasillar allí a todo libro que ellos consideran que no son infantiles, ni
para adultos. En otras palabras: “libros
para adolescentes”. Eleanor&Park pertenece por error a éste nuevo sub-género
literario. Es que la equivocación lleva a que cuando la trama de cada historia
fluya sobre la vida de los adolescentes, la etiqueta obvia los ataca. Pues su
autora, Rainbow Rowell, se encargó
de romper todos los parámetros, todos los márgenes, todos los moldes, y nos
clavó en el pecho un relato cubierto de matices, digamos de una poeta.
La historia en sí, no es
innovadora, pero brilla por su propio peso. Rowell acude a un recurso literario
pocas veces explotados: cada capítulo va siendo contado por sus dos
protagonistas, intercaladamente. Así, logra la visión más amplia posible de los
hechos desarrollados. Eleanor es nueva en el barrio. Nueva en la escuela. Y casi
nueva en su casa. Ese “casi” hace
referencia a que por un año vivió con otra familia, ya que su padrastro (alcohólico, drogadicto, violento) la
echó de su ex hogar, obligándola a separarse de su madre y de sus hermanos.
Eleanor tiene una vida realmente difícil. Sumado a vivir en ese infierno, tiene
que luchar contra todos sus demonios interiores, que la han forjado
bruscamente. Se siente fea y gorda. Se siente menos que cualquiera. Por ende,
trata de ser invisible. Y cuando no puede, se vuelve dura.
Park creció en el seno de una
familia cubierta de amor, con comodidades económicas, pero carga con el peso de
no ser el hijo varón que su padre (un ex
combatiente de guerra) deseó. Su padre lo hace sentirse “una niñita” por no
pelear (usando técnicas de taekwondo que
él le enseñó) o no poder aprender a manejar el auto en su presencia.
El obligado encuentro entre ambos
adolescentes se da en el autobús escolar. Pasan de no querer ni hablarse a no
poder separarse el uno del otro. En medio de todo esto, existe un mundo de
dolor, complicaciones, peleas, canciones y mucho crecimiento de golpe. Rowell
logra una obra que no podrá llamarse literatura juvenil, lisa y llanamente,
porque es demasiado pretenciosa para solo apuntar a los adolescentes.
En este libro vamos a encontrar
un manojo de recuerdos. Un libro que nos va a hacer cerrar los ojos y recordar la
primera vez que él o ella nos tomó de la mano; la primera canción que nos
dedicó, ese primer e inexperto beso en la oscuridad. Y si un libro logra
causarnos eso, entonces vale la pena tenerlo entre nuestras manos y leerlo una
y otra y otra vez.
- Puntuación 8/10.
Reseña de Alejandro Nuñez