CAFÉ SOCIETY

sábado, 17 de septiembre de 2016



Buenas, buenas, pequeños freaks intelectualoides que suelen navegar por Khaleesi Geek. Natu “Cruela de Vil” Beroiz (la jefa) está otra vez metida hasta el cuello en sus semanas de parciales + finales + trabajo = medicación psiquiátrica (chiste). Así que nuevamente voy a aportar mi granito de arena al blog, con otra de mis tan frecuentes locuras. Esta vez no se trata de alguna review de documentales de Punk Rock, ni la crítica del último disco de Carajo. Más bien decidí ir por el camino más soft e impregnar un poco de celuloide elitista a mi análisis. Así que vamos a la carga con la última gran criatura cinematográfica del gran Woody Allen: “Café Society”.

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Para los que no conocen a Allan Stewart Königsberg (más conocido como Woody Allen), les comento que es un tipejo como cualquiera (como vos, como yo), con la particularidad de que tiene en su haber nada menos que 47 películas firmadas con su apellido en el rótulo de director. Y no conforme con ello, Allen se destaca por encajar muy bien con sus películas en el mercado de Hollywood, con films que son lo más alejado posible al cine hollywoodense. Y “Café Society” no es la excepción.

Corren los años ’30 y Bobby (Jesse Eisenberg), decide que ya está harto de trabajar para su padrastro en una relojería/joyería de mala muerte. Por lo que decide salir a cumplir el sueño americano y se muda a las tierras donde la diversión es moneda segura (no, no es Disney): a Hollywood. Allí se encargará de buscar a al tío Phil (Steve Carell), quien lleva una vida que pareciera estar adornada por la pasividad que le otorga un gran pasar económico como productor de cine. Lo cierto es que el tío no es todo lo que parece ser. 

Con Bobby ya asentado y con trabajo nuevo, Phil le encarga a su secretaria Vonnie  (Kristen Stewart) que lo acompañe a recorrer la ciudad, así éste se enamora de su nuevo hogar. Sin contar con que el amor no abarcaría tanto lo geográfico. Aquí se abre el paréntesis del film y es donde el gran Woody empieza a hacer de las suyas (más allá de la estética generalizada de la obra, con una fotografía hermosa, música de jazz que acompaña cada escena y una voz en off que suele ir relatando las escenas).

Sabido es que el director nacido en Brooklyn posee una capacidad innata para desarrollar de los mejores diálogos de la pantalla grande. Con sus siempre efectivos chistes sobre judíos (la familia de Bobby es una mezcla religiosa algo ambigua), ironía negra sobre el oficio de ser gangster, los gags en referencia a la prostitución y sobre todas las cosas: el amor. Es que para Allen nada en su mundo es concebido sin amor. Como uno de sus mismos guiones avisa desde ni bien comenzada la cinta: “Sé bien que el amor mata cada año más personas que la tuberculosis…”. Y una risa destartalada tras la declaración. ¿Cómo no rendirse ante el encanto de un tipo como Woody?

Cuando todo parece ir sobre rieles para Bobby, el amor toma un giro inesperado y todo cobra otra importancia. Pasan los años, cambia la geografía, cambia la familia, cambia el amor… pero no cambia ni el humor cuasi-bizarro ni el concepto sorpresa. Un giro más, y otro, y luego uno más. Y todo pareciese encajar perfecto, matizado por esos diálogos que hacen que uno se ría siempre (a veces por mero dramatismo).

Con actuaciones brillantes, como la de Carell o la de toda la familia de Bobby (madre, padrastro, hermano, hermana y cuñado, son casi un seleccionado directo al Oscar), el film lleva mucho mérito de la bella Stewart, que enamora en cada gesticulación. El que no termina de cerrar es el papel de Eisenberg, quien por momentos es tan dubitativo que casi que me hace acordar a su psiclotímico protagónico como el hijo de Lex Luthor en la olvidable “Batman vs Súperman” (2016).

Sin lugar a dudas el enorme Woody Allen vuelve a salirse con las suyas, pariendo otra historia de amor desentendido. De enamoramiento tridimensional. Una poesía pintada con gracia. Un dolor satirizado en palabras. Lo que más enamora es que en épocas donde lo que más rinde son enmascarados combatiendo el crimen o animalitos digitalizados… una historia de café, bien contada, aún puede demostrarnos lo hermoso que es arriesgarse a vivir. O como dice el protagonista de nuestro film: “La vida es una comedia. Escrita por un sádico escritor de comedia”.



A animarse, que Woody es una invitación a un mundo cinéfilo obligado.

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