Reseña #71 // La flor púrpura

sábado, 7 de abril de 2018


 
No es la primera vez que voy a reseñar un libro de Chimamanda Ngozi Adichie, de hecho se está transformando en una de mis escritoras favoritas y es muy probable que use este espacio para traerle más reseñas de sus libros. Intenté años anteriores ‘seguir a un autor’ pero a veces se hace difícil, porque los libros están caros, porque no todos llegan en español y yo en inglés leo mucho más lento o a veces me pasaba que entre el trabajo y la facultad no tenía un segundo de respiro para ponerme a leer como es debido.

Penguin Random House está trayendo ediciones de España de los libros de Ngozi Adichie, ediciones preciosas y hechas de materiales reciclados. Los libros visual y táctilmente son preciosos y por dentro me han dejado sin palabras. Tal como me pasó con La flor púrpura, libro que hoy vengo a reseñar.


La joven Kambili, de quince años, y su hermano mayor Jaja llevan una vida privilegiada en la ciudad de Enugu. Viven en una hermosa casa y frecuentan un elitista colegio religioso, pero su vida familiar dista mucho de ser armoniosa. Su padre, un poderoso y respetado hombre de negocios, es un fanático católico que alienta expectativas de cariño imposibles de cumplir.

Cuando los jóvenes visitan durante unos días a la cariñosa y atrevida tía Ifeoma en su humilde apartamento, descubren un mundo totalmente nuevo: el rico olor a curry que inunda el lugar, las continuas risas de sus primos, las flores exuberantes, la calidez, el respeto a las ideas, la libertad, el amor y la ausencia de castigos. Al regresar a su hogar, transformados por la libertad conquistada, la tensión familiar crece de forma alarmante.

En La flor púrpura oímos la voz de una juventud que rechaza las prohibiciones que se ciernen sobre su vida y que ahogan a su pueblo. Un relato tierno, sereno y conmovedor sobre los lazos familiares, la pasión de la adolescencia y la represión, y que trasciende el paisaje de una Nigeria convulsa para cobrar un cariz universal. Esta novela pertenece al #FondoDeEditor de Literatura Random House.



Me impactó emocionalmente este libro. La pluma de la escritora relata temas difíciles, como la violencia de género, de una forma sutil pero que duele. En el momento de la lectura es inevitable encontrarse con sentimientos de tristeza, bronca e impunidad ante una realidad que aparenta ser correcta, como también buena, pero que en realidad no lo es. Fui sorprendida por cómo el personaje de Kambili reacciona a los sucesos que no están bien en su vida y sin embargo tiene todavía un afecto por su padre, quien ha demostrado ser un monstruo violento que ‘sigue la palabra del señor’.

El león que se disfraza de cordero te deja sin palabras. Realmente hubo muchos momentos de lágrimas a medida que leía lo que representaba la autora al momento de narrar sobre el padre de la protagonista. Hay varios personajes que amé, uno en principal que odié y muchas incógnitas acerca de esta familia ficticia que uno termina adoptando.

Encontré atrapante el hecho de poder conocer un poco más sobre la cultura africana-occidental gracias a esta autora. La flor púrpura narra mucho sobre la llegada de la cultura puramente occidental y el efecto que trajo en la sociedad, como así también la religión, dividida y muy marcada en esta historia. La historia de esta familia es fuerte y da para reflexionar bastante. La lengua igbo está muy presente.

Hasta ahora creo que es el mejor libro que leí de la autora. (Al momento de escribir esta reseña) estoy casi a la mitad de Algo alrededor de tu cuello, una recopilación de relatos cortos que está muy bueno, pero que sigue reafirmando que La flor púrpura tiene algo especial.

Muy recomendado para quienes estén interesados en adentrarse al mundo literario de esta autora nigeriana, que se especialista en literatura feminista, ligada a la cultura africana.

“Hay gente que cree que no somos capaces de gobernarnos porque las pocas veces que lo hemos intentado hemos fracasado, como si todos los otros que se gobiernan a sí mismos lo hubieran hecho bien a la primera. Eso es igual que pedirle a un niño que empieza a andar y que se cae de culo que se quede así para siempre; como si los adultos que pasan por su lado no se hubieran desplazado nunca a gatas.”